Hay momentos en la vida en los que nos exigimos tanto que, sin darnos cuenta, nos vamos desconectando de nosotros mismos.
Damos, y damos, y damos… hasta que un día notamos el cansancio en el cuerpo, el vacío en el pecho o esa sensación de estar en automático.
Lo veo a menudo en mi trabajo como coach: mujeres que lo entregan todo por su familia, padres que se desviven por dar lo mejor a sus hijos, profesionales que se esfuerzan por cumplir con todas las expectativas… Y detrás de tanto hacer, hay una necesidad profunda de descansar, sentirse, reconectar.
Nos enseñaron que cuidar a los demás es amor, y lo es.
Pero también es amor aprender a cuidarte a ti mismo.
Porque no puedes dar lo que no tienes.
No puedes acompañar desde un lugar de agotamiento.
Y no puedes enseñar bienestar si tú estás sobreviviendo.
🌱 Cuidarte no es egoísmo. Es responsabilidad.
Es elegirte para poder elegir mejor.
Es recargarte para seguir dando desde un lugar más consciente, más pleno, más tuyo.
Algo en lo que trabajo mucho con mis clientes es este punto: volver al centro.
Eso implica parar un momento, escucharte, reconocer qué necesitas y permitirte recibir.
A veces basta con un paseo en silencio, una charla sincera, o simplemente darte permiso para no poder con todo.
Cuando tú estás bien, el mundo que te rodea también se ordena.
Tus hijos sienten tu calma. Tus vínculos se hacen más genuinos. Tus decisiones son más claras.
Y esa luz que habías apagado poco a poco… empieza a brillar otra vez.✨
Así que hoy, solo te quiero recordar esto:
No tienes que hacerlo todo.
No tienes que ser perfecta.
Solo tienes que volver a ti.
